Llamadas


El sábado último estuvimos en la misa de siete.
A la salida, Urbano me inquietó; parecía quejoso.
Miraba su telefonito, que acababa de encender
"¡Seis llamadas perdidas, y de usuario desconocido! –refunfuñaba-
¿cómo puede ser, si lo tenía apagado?".
Sabía yo que esperaba varias comunicaciones.
Por eso había acudido a la celebración;
hacía rato que no asistía.
Repasaba conmigo en voz alta.
"Podría ser el laboratorio al que le pagué por adelantado y no me entrega;
un acreedor que espera el resultado de una venta de medicamentos
que tal vez nunca se produzca, casualmente por falta de insumos;
el banco, que en cualquier momento me corta el chorro;
mi ex, para que le pase "alimentos";
el hospital, donde mamá está internada,
o mi misma madre, con la que me peleé esta mañana".
Seis posibles razones para sendas comunicaciones frustradas,
sin siquiera dejar un mensaje.
¡Justo el día en que había regresado al Templo!

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