Sophenya 2/

 

Se levantó rápidamente de su cama y se dispuso animosamente a encarar el día.

Enseguida revisó su agenda y la notó completa. Es que todos los días tenía agendada alguna actividad extracurricular; algo que le aportara un conocimiento, una habilidad o que procurada una respuesta a alguna de sus tantas inquietudes.

Notó que tendría muy poco tiempo libre y que naturalmente se lo tendría que dedicar a consultar y a postear algo en sus redes sociales.

Salió apurado hacia la avenida para tomar el colectivo que lo llevara al trabajo. Al llegar, observó una cola más larga que lo habitual. "Hoy trabajan a reglamento", le dijo uno. "¿y eso debería ser malo para los usuarios...?", replicó irónicamente yendo hacia el final para esperar su turno sin esperar una respuesta que todos sabían.

Aprovechó para consultar el celular y aislarse de ese bardo. Pero no logró evitar la molestia y el enojo. Pasó un colectivo de largo, porque estaba completo. Otro se detuvo, pero él sólo consiguió adelantar algunos lugares en la fila. Finalmente pudo subirse a uno en el estribo para evitar una mayor espera.

En dos o tres paradas, logró avanzar hasta casi llegar al medio. La gente, indignada, resoplaba y se quejaba hasta que uno increpó al colectivero, que le pidió que no se la agarrara con él que al menos él estaba en su posición trabajando.

- Este país... -expresó por lo bajo Axel cabeceando negativamente.

- Tu país, dirás, ¿o te vas a hacer el sota? ¿o de dónde sos vos? -le respondió sin animadversión uno a sus espaldas.

- No quiero ser del mismo lugar que estos negros de mierda -respondió cortante.

- ¿y de dónde serías? -insistió la voz.

- No sé, me iría a Estados Unidos o a algún país de Europa occidental -replicó displicentemente.

- Claro, en donde el "negro de mierda" vendrías a ser vos... -razonó la voz.

Axel se molestó y quiso darse vuelta pero la marabunta se lo impedía. Lo que el otro decía era relativamente cierto. El no actuaría como "los sindicalistas de acá", pero eso no le privaba a los extranjeros de considerarlo como tal. Porque, aunque fuera blanco y bien educado, no dejaba de ser un "sudaca" en aquellas latitudes, un expatriado sin otra referencia social que su persona.

- Siempre hay que ponerse en el lugar del otro, y en este caso el otro son los colectiveros. No es que quiera defenderlos: a mí esta acción gremial me perjudica tanto como a vos. Pero calentarse no soluciona nada. Hay que tratar de entender lo que pasa para buscar las mejores soluciones; con ellos o con quien corresponda. No creas que en Europa no hay acciones gremiales que, como ésta, te complican la vida...

- Si, pero allá... -empezaba a recitar el manual del ciudadano indignado cuando la voz lo frenó:

- No sigas escapándote de tus problemas. Dejate de bufar, de protestar en voz baja y encará los problemas de frente hasta que los comprendas y, en la medida que tu corazón lo permita, los ames. Porque por ahí pasa la felicidad: por amar lo que uno tiene; no por querer lo que uno no tiene.

"Esa voz...", pensó. "¡Ese tono lo conozco!" e hizo un enorme esfuerzo por volverse a su espalda cuando lo descubrió agarrado de la baranda de la escalera de la puerta del medio. Las miradas volvieron a cruzarse, como el día anterior, y mientras descendía le dedicó esa sonrisa que le produjo una gran paz.

Se quedó mirando para atrás en silencio, sin más nada que decir. Detenido en el tiempo, con la mente en blanco.

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