Sophenya 6/

Necesitaba potenciar ese momento espléndido y no tuvo mejor idea que detenerse en un kiosko para ver cuál de todas las delicias allí presentadas podían servir para hacer durar ese momento.

Miró de izquierda a derecha el panel exhibidor y no obtuvo rápida respuesta a sus deseos. Había opciones abundantes en calorías, sabores intensos, colores vivos... pero ninguno de ellos emergía como respuesta a su deseo de plenitud.

"¿Qué estás buscando?", le preguntó tardíamente el kioskero al percibir la oscilación de su mirada sobre la vitrina. "¡Qué vivo! Eso era justamente lo que no sabía, así que si lo iban a apurar se iba a terminar yendo sin comprar nada. Para evitar ese papelón estaba por elegir un alfajor, cuando una voz lo hizo recapacitar: "Pero, ¿qué es lo que vos estás necesitando? ¿está ahí?"

No era la voz de un vendedor. Todo lo contario. Era una voz que impactaba en el fondo de la conciencia. La respuesta fácil hubiera sido decir "nada; sólo quería prolongar este buen momento", pero no le salió y tornó hacia la vereda para mirar a su interlocutor antes de responder. Era nuevamente él. ¿Cómo no haberlo imaginado?

- ¿Vos parás en un kiosko sin saber lo que vas a comprar? Lo que estás buscando entonces es una emoción; una experiencia que no podés verbalizar -le dijo, mientras lo invitaba a seguir su camino con la mirada.

- Si, claro; debe ser eso...

- Debés andar con tiempo ocioso.

- No; bueno, no sé. 

- Si tuvieras clara tu misión en la vida no tendrías tiempo para parar en un kiosko para ver si necesitás algo. Si alguien te estuviera esperando; si alguna persona necesitara de tu presencia, no te demorarías innecesariamente.

- Bueno, en realidad, no me espera nadie.

- ¿No tenés padres? ¿amigos que necesitan un consejo, una ayuda o tu mera compañía? o que no sean amigos tuyos, ¿no hay nadie que necesite de vos, de tu tiempo, de tus capacidades, de tus habilidades, de tu simpatía, de lo que puedas dar? Pensá si no hay algo que puedas dar.

Aunque habían salido de la avenida, la calle no era menos ruidosa y transitada. Había dos o tres colectivos detenidos y una hilera de personas que esperaba para subir.

Tenía razón. Aunque sabía que no era ni muy hábil, ni muy capacitado, ni muy divertido, ni nada de todo eso, podía estar ayudando en tantas cosas. Pero por qué debía hacer éso y no priorizar sus intereses, sus gustos, sus deseos.

- ¿Porqué...? -empezaba a preguntar cuando notó que estaba caminando sólo. Miró para atrás y le pareció ver la espalda del hombre en el estribo del bondi. No atinó siquiera a llamarlo. ¿Quién era este sujeto que aparecía y desaparecía con la habilidad de un ladrón pero que escudriñaba en su interior con la habilidad de un minero?

Entradas populares