Sophenya 8/
- ¿Qué es esto? -preguntó Axel.
- ¿El centro cultural? -preguntó Angel con extrañeza.
- No, lo que hacés vos ahí -insistió.
- ¡Ah, Sophenya decís...!
- ¿Sophenya...?
- Escuela de sabiduría.
Axel se quedó mirando, esperando más precisiones que no llegaban.
- ¿... ofrecen cursos? -aproximó.
- Nada tan sofisticado. Es una escuela clásica... o moderna, de tutores y discípulos.
Una respuesta tan simple petrificó a Axel. Si era algo formal, debería haber un arancel, horarios, algo... y no le había hablado de eso, ni le había ofrecido nada concreto. No sabía si preguntar o evitarlo y listo. Pero le interesaba. El que tenía con Angel era un diálogo que no podía tener con nadie que conociera, y quería cuidarlo a toda costa. Preguntar más podía conducirlo a un punto de no retorno, o por el contrario tener aparentar un desinterés que lo alejara.
- La sabiduría es algo que no se puede enseñar, pero que se aprende; a la sabiduría se la busca con un corazón sencillo y honesto.
- Entonces no es sabiduría... Yo tenía un jefe que me decía que "hay que ser bueno pero no buenudo".
- Claro. Era un vivo, un tipo piola. Pero no era un sabio.
- ¿Cómo, que no era inteligente?
- Que no era sabio, dije; puede ser inteligente pero no sabio y sabio pero no inteligente. Alguien despierto, por decirlo de una manera, puede aprovecharse de otro; pero el sabio entiende que al otro se lo debe ayudar. Para amarlos a los demás hay que ser libre; no tener ataduras ni esclavitudes, que son las que nos imponen la competencia y disputa con los demás. Disfrutar del bien de los otros libera. No esconder nada, ni murmurar; abrirse al otro, nos compromete, nos enriquece.
- Claro, si no tenés nada ni competís con nadie; sos un pobre tipo, un muerto.
- Puede ser una manera de verlo; una manera mundana de verlo. Pero así se logra un alma plena, una vida ligera y amable. Sin carga más de lo que podés cargar, de lo que debés cargar, ni torturarse la vida con imposiciones artificiales. Porque esta vida es breve y fugaz. Hay que aprovechar cada minuto para observar las impurezas y las ataduras de uno desde el otro para preparar el alma que vivirá eternamente. Para unos eso es ser un perdedor, para otros es una vida plena y en paz.
- ¿... y cómo se hace éso? ¿cómo se puede vivir así? -lo cortó Axel, entusiasmado.
- Hay que cumplir con tus deberes, con tu misión en el mundo.
- ¡Y qué se yo cuáles son mis deberes y mi misión!
- No me vas a pedir que te los diga yo, ¿o si? -preguntó socarronamente Angel. Por lo pronto, hay que cumplir con la ley. Me refiero más ampliamente al cumplimiento de aquellos parámetros que guían al Occidente Cristiano desde hace miles de años. ¿Vos sabías que antes no había una distinción entre los órdenes político y religioso? Las tablas de la ley, los mandamientos, regían en la sociedad. Como sucede actualmente en Israel, en Irán, en el Vaticano, en los estados que aún son teocráticos.
- ¿Las tablas de la ley, los diez mandamientos...? -preguntó dubitativo.
- Efectivamente. Porque cumplirlos garantiza una vida ordenada, plena y feliz; propia y comunitaria.
Axel quedó completamente desconcertado y su cara lo expresó con una mueca de desagrado absoluto.
- La división de órdenes fue lo que descompuso la vida. Vos sos uno; no sos padre o hijo o empleado o militante o feligrés; sos todo eso junto. La división tajante de los órdenes de la vida es artificial. En la realidad, no hay un mundo material y otro espiritual. Pero sabemos que existen los espíritus, los ángeles, Dios... y que viven en un mundo que no vemos pero que coexiste con el nuestro. Hay muchos testimonios sobre éso.
Axel había cambiado su expresión.
- No cabe duda. ¿Qué hay que hacer?
- Si te digo cumplir los mandamientos me refiero a amar a Dios sobre todas las cosas, porque es el amo y señor del universo, y que detrás de eso se deben acomodar lo demás. No tomar su santo nombre en vano implica honrar lo que es sagrado; hoy que todo es vano suena ridículo. Santificar las fiestas no solamente debe entenderse como ir a misa los domingos; en el ámbito rural o desértico podés ver con mucho más claridad la manera en que la gente honra las cosas en común, no sólo las sagradas. Los paisanos se presentan con sus "ropas de domingo" y acuden -a veces con cara de perro, porque tienen problemas de pueblo chico, infierno grande- a los aniversarios o las celebraciones sean civiles o religiosas. Se podría traducir como cuidar la vida comunitaria y social. Honrar padre y madre es un axioma básico de humanidad, de buen funcionamiento social; así como no codiciar bienes ajenos o el de no cometer adulterio. No matar, no robar, no mentir, son algunas de las cosas que hoy aún se entienden con cierta claridad.
- Claro -comprendió Axel-, ¿y los que no creen?
- Siempre hubo agnósticos o incrédulos. Pero la creencia mayoritaria tanto en el pasado como en el presente, en todas las culturas y civilizaciones, es que hay un ser superior; un orden universal que supera nuestra esfera terrenal. Negarla es caótico, tal como es evidente en nuestros días. Puedo creer o no creer en la honestidad presidencial o en tu capacidad de gobierno, pero debo sujetarme a la autoridad y a sus mandatos.
Hizo una breve pausa y continuó: "es muy tarde, querido; sigámosla mañana. Te espero".